Desde el inicio del curso hasta este punto final de la primera parte, ha habido diferentes cambios en la forma de interpretar cada asignatura y la estructura del máster en general.
A pesar de que la idea o la dirección que quiero tomar es la que especificaba en el punto de partida originariamente, la forma de aplicar los conocimientos adquiridos ha ido variando. Es lógico, puesto que, a medida que avanza el máster, dispongo de mayor información y de explicaciones más amplias sobre conceptos que, en un inicio, consideraba más sencillas o simples que ahora.
Ejemplos como la dificultad a la hora de planificar una clase, son quizás, los más esclarecedores. Sucede que cuando se es discente toda la vida, y no se tiene experiencia como docente, “dar una clase” parece tarea fácil. Siempre se atisba el trabajo que se debe hacer porque, como alumna, siempre he observado que mis profesores traían la clase preparada, ejercicios extra o complementarios de reserva, y en ocasiones, incluso cambiaban el ejercicio previsto por otro para ampliar o profundizar conceptos que quizás no habían quedado claros. Sin embargo, no es hasta este momento que me doy cuenta de la dificultad real que conlleva preparar, no solo una, sino todo un curso de clases. Hay que contemplar las diferentes posibilidades en cuanto a la evolución de la asignatura que se debe enseñar y adaptarla al ambiente del aula y a la aceptación y evolución de los alumnos.
Esto último es lo que más difícil se me antoja, posiblemente porque no tengo experiencia, pero a lo largo del curso en el que “hemos jugado” a ser profesores desde diferentes puntos de vista, desde diferentes ángulos de una misma materia, he podido vivir diferentes situaciones. Cada tarea, cada actividad requería un esfuerzo. Ha sido un proceso de asimilación continuo, no solo de conceptos, sino de formas de pensar y de ideas que iban surgiendo como de la nada. Para cada entrega hemos tenido que trabajar, leer mucho, documentarnos y esforzarnos. Después completar actividades o trabajos que no siempre tenía claro cómo afrontar. En otras ocasiones había dos ideas “iluminadas” o marcadas como importantes y que no sabía cómo conectar.
Es en este punto en el que una se da cuenta de a qué se refiere un profesor cuando dice que hay que aprender en grupo. La explicación que siempre se da es que es el grupo el que marca el ritmo, y es totalmente verdad, aunque no me he dado cuenta desde un principio. Cada semana hemos debido trabajar para cumplir plazos de entrega y en unas asignaturas hemos aprendido más que en otras, pero lo importante es que no solo hemos aprendido lo que estaba en los apuntes. Gracias a compañeros de grupo hemos podido comprender que las cosas pueden tener más de una visión o más de una manera de explicarlas o de entenderlas. Concretamente, las tareas individuales, han sido difíciles en mi caso porque no siempre he tenido claro si había comprendido bien qué se esperaba de la tarea. Por otro lado, las tareas en grupos grandes me han incomodado porque muchas de las opiniones y reflexiones han sido similares y había muchos comentarios prácticamente iguales y no enriquecían el conocimiento o el punto de vista de cada uno. También han surgido en un par de ocasiones algunos roces e intercambios no demasiado amigables de opiniones.
Sin embargo, a mí personalmente, me han transmitido una sensación muy confortable cuando hemos trabajado en grupos pequeños y me he sentido arropada por unas compañeras con las que, desde un inicio, coincidimos, congeniamos en cuanto a opiniones y nos hemos llevado estupendamente. Creo primordial encontrar a gente de este nivel en quien apoyarse y que ayudan a una a seguir el ritmo, a encontrar el camino cuando ya se le nubla a una la mente y no ve la salida, o que “mágicamente” hacen que esas dos ideas iluminadas que no tenían conexión se vean relacionadas. En este caso se trata de estudiar este máster, pero gracias a ello he comprendido que los mismos alumnos que un día pueda tener, también necesitarán, posiblemente, a gente en quien apoyarse y que les ayude en su proceso. Es el profesor quien debe guiar, pero también debe proporcionar un entorno y un ambiente en el aula para que los alumnos puedan ayudarse entre ellos y que la evolución del conjunto del grupo sea más homogénea.
Cada vez tenemos más herramientas y conocimientos para salir airosos de una situación que se nos planteará en un futuro inmediato, que es dar una clase. Aun así, el camino hasta llegar al punto en el que nos consideremos preparados (aunque nunca se está preparado del todo) todavía es largo y confío en poder seguir contando con estas personas para poder ganar la confianza que aún me falta y poder enfrentar con valor el hecho de impartir clases de español para extranjeros cuando llegue el momento.
Aun falta para esto último, ya que no ejerzo de docente, pero cada día me encuentro con más ganas de poder aplicar los conocimientos adquiridos, a pesar de que soy consciente de que necesito documentarme más, realizar ejercicios de contacto con el aula de enseñanza etc. También considero que señalar aquellos aspectos que he encontrado más importantes, me ayudará a poder ejercer de la manera más competente posible, por ejemplo, el tema de la interculturalidad era algo que me preocupaba no saber cómo atajar y ahora me siento más confiada en poder hacerlo. El tema de la metodología me resultaba ambiguo y, sin embargo, ahora tengo más claro cómo proceder, qué aspectos debe un profesor tener en cuenta además de los alumnos, el esfuerzo que requiere la preparación de los materiales, la gestión del tiempo…
Todos aquellos conceptos que me resultaban nebulosos, han ido adquiriendo forma poco a poco, y me tranquiliza, ya que, siguiendo la misma línea, aquellos que aún me procuran quebraderos de cabeza también se irán definiendo a medida que vayan avanzando las asignaturas y, por tanto, los conocimientos.
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