En
este punto en el que nos encontramos, casi a mitad del último curso
del máster, sigo viendo lagunas en cuanto a mi proceso de evolución
en la enseñanza.
Como
decía en la primera autoevaluación:
“Sucede
que cuando se es discente toda la vida, y no se tiene experiencia
como docente, “dar una clase” parece tarea fácil. Siempre se
atisba el trabajo que se debe hacer porque, como alumna, siempre he
observado que mis profesores traían la clase preparada, ejercicios
extra o complementarios de reserva, y en ocasiones, incluso cambiaban
el ejercicio previsto por otro para ampliar o profundizar conceptos
que quizás no habían quedado claros. Sin embargo, no es hasta este
momento que me doy cuenta de la dificultad real que conlleva
preparar, no solo una, sino todo un curso de clases. Hay que
contemplar las diferentes posibilidades en cuanto a la evolución de
la asignatura que se debe enseñar y adaptarla al ambiente del aula y
a la aceptación y evolución de los alumnos.”
Hasta
empezar en este máster, veía el “escaparate” de lo que era ser
un profesor. Parece mentira, puesto que siempre he estado rodeada de
ellos, pero, a medida que hemos ido estudiando las diferentes
asignaturas, hemos pasado por diferentes tareas y actividades, cada
vez vamos introduciéndonos más profundamente en las entrañas de lo
que significa ser profesor. Siempre se intuye que hay una preparación
exhaustiva de las clases; se sabe que hay claustros de profesores
donde se reúnen y comentan, debaten en qué aspectos se han
encontrado baches o cómo solucionarlos, se fijan horarios, se ajusta
la programación, etc. (todo esto sin asistir nunca a uno, pero
imagino que se tratarán temas de diferente índole, aunque
relacionados con lo que mencionaba apenas unas líneas atrás). Antes
de empezar un curso, el profesor tiene que preparar qué se hará,
grosso modo, durante todo el curso; a lo largo del mismo, debe
preparar las clases a corto y a medio plazo; debe programar las
sesiones para conseguir cumplir con los plazos y que se corresponda
con los contenidos; debe prever que habrá dificultades con los
alumnos y, por tanto, debe valorar material extra y de relleno, tanto
para reforzar, como para afianzar el nuevo aprendizaje. A su vez, y
también a lo largo de todo el curso, debe realizar la evaluación de
los alumnos, corregir sus redacciones, deberes, trabajos y exámenes,
etc.
Por
todo ello, y, basándome en que ahora tengo un círculo mayor de
amistades que son profesores y que no soy consciente al cien por cien
de lo que deben trabajar, me parece que sigo sin ser capaz de ver
todo lo que ser profesor conlleva, a pesar de poder vislumbrar todo
el trabajo que supone.
Por
otro lado, el hecho de trabajar con personas que se dedican a la
docencia, así como con personas que tienen otras ocupaciones, me
ayuda a ver diferentes perspectivas de distintas personas. Los
alumnos pueden ser también de diferentes edades, procedencias,
gustos y costumbres, así que, por ello, creo que se debe valorar la
opinión y forma de actuar de todos y cada uno de ellos. Eso sí,
siempre instaurando el respeto como valor fundamental.
Además
del trabajo académico que he desarrollado a lo largo de lo que
llevamos de máster (mayoritariamente en grupo y, en contadas
ocasiones, de manera individual), he podido comprobar que la Teoría
de las Inteligencias Múltiples
de Howard Gardner es casi como una verdad universal para mí. Esto se
debe a que, si bien antes ya me fijaba en las personas y en su forma
de aprender, ahora lo hago más marcadamente y, por tanto, y
aprovechando que tengo más mecanismos o herramientas para
analizarlos, reflexiono más sobre esos procesos. No suelo llegar a
una conclusión que me satisfaga al cien por cien, ya que los
conocimientos que aún tengo sobre esos temas no son muy extensos
aún, pero me voy formando ideas. Además, gracias a las prácticas,
donde hemos podido desarrollar de una manera quizás más tangible,
toda esa teoría que hemos ido recopilando a lo largo de todo el
máster, he podido interactuar con estudiantes de español reales,
que dan mucha retroalimentación sobre si el trabajo que se pretende
desarrollar está bien o está peor.
En
mi caso, no pensaba que me desenvolvería demasiado mal, pero tampoco
esperaba que la valoración que recibí fuese a ser tan buena. Lo que
con ello he conseguido, es ver en qué fallo especialmente y, gracias
a mi tutor y a largas horas de reflexión, saber cómo puedo
solucionarlo para, en un futuro muy próximo (espero), ir
solucionándolo de manera natural y con la ayuda de mis alumnos, pues
las ganas de enseñar cada vez son mayores.
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