Autoevaluación II

En este punto en el que nos encontramos, casi a mitad del último curso del máster, sigo viendo lagunas en cuanto a mi proceso de evolución en la enseñanza.

Como decía en la primera autoevaluación:
Sucede que cuando se es discente toda la vida, y no se tiene experiencia como docente, “dar una clase” parece tarea fácil. Siempre se atisba el trabajo que se debe hacer porque, como alumna, siempre he observado que mis profesores traían la clase preparada, ejercicios extra o complementarios de reserva, y en ocasiones, incluso cambiaban el ejercicio previsto por otro para ampliar o profundizar conceptos que quizás no habían quedado claros. Sin embargo, no es hasta este momento que me doy cuenta de la dificultad real que conlleva preparar, no solo una, sino todo un curso de clases. Hay que contemplar las diferentes posibilidades en cuanto a la evolución de la asignatura que se debe enseñar y adaptarla al ambiente del aula y a la aceptación y evolución de los alumnos.”

Hasta empezar en este máster, veía el “escaparate” de lo que era ser un profesor. Parece mentira, puesto que siempre he estado rodeada de ellos, pero, a medida que hemos ido estudiando las diferentes asignaturas, hemos pasado por diferentes tareas y actividades, cada vez vamos introduciéndonos más profundamente en las entrañas de lo que significa ser profesor. Siempre se intuye que hay una preparación exhaustiva de las clases; se sabe que hay claustros de profesores donde se reúnen y comentan, debaten en qué aspectos se han encontrado baches o cómo solucionarlos, se fijan horarios, se ajusta la programación, etc. (todo esto sin asistir nunca a uno, pero imagino que se tratarán temas de diferente índole, aunque relacionados con lo que mencionaba apenas unas líneas atrás). Antes de empezar un curso, el profesor tiene que preparar qué se hará, grosso modo, durante todo el curso; a lo largo del mismo, debe preparar las clases a corto y a medio plazo; debe programar las sesiones para conseguir cumplir con los plazos y que se corresponda con los contenidos; debe prever que habrá dificultades con los alumnos y, por tanto, debe valorar material extra y de relleno, tanto para reforzar, como para afianzar el nuevo aprendizaje. A su vez, y también a lo largo de todo el curso, debe realizar la evaluación de los alumnos, corregir sus redacciones, deberes, trabajos y exámenes, etc.

Por todo ello, y, basándome en que ahora tengo un círculo mayor de amistades que son profesores y que no soy consciente al cien por cien de lo que deben trabajar, me parece que sigo sin ser capaz de ver todo lo que ser profesor conlleva, a pesar de poder vislumbrar todo el trabajo que supone.
Por otro lado, el hecho de trabajar con personas que se dedican a la docencia, así como con personas que tienen otras ocupaciones, me ayuda a ver diferentes perspectivas de distintas personas. Los alumnos pueden ser también de diferentes edades, procedencias, gustos y costumbres, así que, por ello, creo que se debe valorar la opinión y forma de actuar de todos y cada uno de ellos. Eso sí, siempre instaurando el respeto como valor fundamental.

Además del trabajo académico que he desarrollado a lo largo de lo que llevamos de máster (mayoritariamente en grupo y, en contadas ocasiones, de manera individual), he podido comprobar que la Teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner es casi como una verdad universal para mí. Esto se debe a que, si bien antes ya me fijaba en las personas y en su forma de aprender, ahora lo hago más marcadamente y, por tanto, y aprovechando que tengo más mecanismos o herramientas para analizarlos, reflexiono más sobre esos procesos. No suelo llegar a una conclusión que me satisfaga al cien por cien, ya que los conocimientos que aún tengo sobre esos temas no son muy extensos aún, pero me voy formando ideas. Además, gracias a las prácticas, donde hemos podido desarrollar de una manera quizás más tangible, toda esa teoría que hemos ido recopilando a lo largo de todo el máster, he podido interactuar con estudiantes de español reales, que dan mucha retroalimentación sobre si el trabajo que se pretende desarrollar está bien o está peor.

En mi caso, no pensaba que me desenvolvería demasiado mal, pero tampoco esperaba que la valoración que recibí fuese a ser tan buena. Lo que con ello he conseguido, es ver en qué fallo especialmente y, gracias a mi tutor y a largas horas de reflexión, saber cómo puedo solucionarlo para, en un futuro muy próximo (espero), ir solucionándolo de manera natural y con la ayuda de mis alumnos, pues las ganas de enseñar cada vez son mayores.

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